sábado, 6 de septiembre de 2008

Historia de Piura

Los tallanes o yungas fueron los primeros pobladores; luego, fueron sometidos por los mochicas o por los chimus, que respetaron su organización y su lengua. Según algunos historiadores, la etimología de la palabra Piura deviene del antiguo quechua andino, Piuhua; que significa "granero",otros por la terminación "ra" consideran que es topónimo proveniente del antiguo idioma Sec.
En Piura se desarrolló la Cultura
Vicus, conocida también como Sechura, cuya cerámica de gran plasticidad llamó mucho la atención de arqueólogos y coleccionistas. Sus tumbas profundas y sus rasgos de forma y decoración la vinculan con las culturas regionales del Ecuador y Colombia, pero, a su vez, su constante asociación y semejanza con la cerámica mochica, establece un vínculo muy fuerte con las culturas Lambayeque y Trujillo. Los antecedentes de Vicus se remontan al período formativo, donde pueblos como el de Ñañañique muestran una cultura muy parecida. Después de Vicus y luego de un largo proceso de desarrollo, se forja la cultura Piura, cuyos últimos representantes son conocidos con el nombre de Tallanes. En esta etapa surge el urbanismo, con centros importantes como Narihualá.
Al fin, el
Incario los absorbió unos cuarenta años antes de la llegada de los realistas. El Imperio Inca, con Túpac Yupanqui, conquistó la región sometiendo a los Ayahuacas y a los Huancapampas, que habitaban las zonas que hoy forman las provincias de Ayabaca y Huancabamba.
Durante la conquista,
Francisco Pizarro llegó a la región buscando un sitio adecuado para establecerse, encontrándolo en el Valle de Tangarará, a orillas del río Chira. Allí fundó la primera ciudad española en Suramérica que se erigió en el Perú, a la que llamó San Miguel.
En
1587 el puerto de Paita fue saqueado e incendiado por piratas y en 1588 los sobrevivientes volvieron a fundar la ciudad.
Durante la
colonia el puerto de Paita fue esencial en el comercio con la metrópoli europea. En 1820 la población piurana se sumó a la causa libertaria, y el 4 de enero de 1821 proclamaron su independencia. El héroe piurano Miguel Grau Seminario (el "Caballero de los Mares") ofrendó su vida valerosamente al frente del "Huáscar" en el transcurso del combate naval de Angamos durante la guerra con Chile.
En los años de la República, el progreso material de la región ha corrido parejo con el desarrollo de su riqueza
agrícola, una de las más desarrolladas del Perú. Sólo en los últimos años la capital de la región ha comenzado una etapa de transformación urbana que hace prever que dentro de algunos años, será una de las ciudades más importantes del país.

Historia del Estadio Miguel Grau

Un poco más de 30 años sirvió al deporte piurano hasta que, el 7 de julio de 1958, entro en función de su reemplazante. Pero para nosotros era el Estadio Viejo. No por caduco, tampoco porque en términos cronológicos estuviera cargado de años. En verdad lo llamamos así por cariño y simpatía. Por los años 20, el tiempo de don Augusto B. Leguía se le denominó del entonces presidente de la república. Pero, caído el hombre pasó a ser el Estadio Municipal. Y fue entonces cuando el pueblo lo llamo a su modo ¡Estadio Viejo! Abarco dicho estadio toda la extensión del terreno sobre la cual hoy está la urbanización 4 de enero. Prácticamente todo el tiempo estuvo al cuidado de un hombre que se consustanció con su existencia. Máximo Bermúdez Eugenio. ¡Bermúdez, el inolvidable Bermúdez! Vino del sur sirviendo en el ejército y al licenciarse hecho aquí sus raíces, consiguió trabajo en el consejo y por sus frutos como supervigilante en el estadio, resulto la persona más indicada para el cargo. Físicamente se le considero como un guardián, pero espiritualmente fue un ángel de la guarde del estadio y la gente. Ese estadio, amigos fue en su sencillez no solo un campo para la práctica del futbol en una cancha de greda de medidas antirreglamentarias. También sirvió para actividades atléticas y para las kimkanas militares de esos tiempos. También fue depósito municipal donde se guardaban los vehículos del consejo y los instrumentos de trabajo de los servidores de la baja policía. Y donde eran encerrados, para su posterior rescate previo pago de multa los burros y los cerdos que eran encontrados vagando en la vía pública. En su tribuna de madera y caña de Guayaquil techada con calamina para diferenciarla de las galerías populares todos los domingos amenizaba los partidos de fondo una banda militar con interpretaciones de típicas marineras que levantaba el ánimo de los jugadores y enardecían a los otros y los ganadores eran los que daban el baile. Su cerco perimétrico no tenía más que la fachada de concreto. El resto estaba hecho de calaminas en posición vertical. Que no ponían mayores inconvenientes para los que practicaban la alegre costumbre de “Zamparse” sin boleto de entrada a todos los espectáculos. A la hora que el sol picaba fuerte los espectadores de la sección popular sobre el lado oeste de la cancha organizaban “invasiones” contra las cuales muy poco podían hacer los policías de pie y a caballo que servían en el campo y justamente los invasores ocuparon la tribuna fresquita. Por las mismas puertas de acceso donde se popularizaron personajes como “Miñaño” y “Chumbiray” también era posible ingresar con alguna facilidad es decir pagando por lo bajo una propina al portero rogando un poquito más para entrar gratis. Todo eso hubo en aquel estadio. Al que con todo propiedad podríamos llamar Florido donde vimos y vivimos triunfos de equipos nuestros sobre el “Gardel” y “Liberal” de Talara y sobre el “Jorge Chávez” y el “Alianza de Sullana”. De las derrotas, ni hablar. Allí en ese estadio, durmieron plácidamente para levantarse a entrenar desde las 4 de la mañana, futbolistas habilísimos como Manuel “El Congo García” y “Carlos Palomino”. A quienes Bermúdez despertaba temprano con su buen café. Porque así actuaba ese buen hombre de quien espero puedan escribir un poco más cualquier día de estos. Por allí estaban las Catacadas, vendedoras de Chicha y Ceviche que todos los días se apostaban en la vecindad de la cancha a la sombra de los algarrobos propicios. Pero vale la pena aclarar una sola cosa: Que a ese estadio que se nos fue lo extrañaremos siempre.

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